Saturday, December 10, 2011
Internet de las Cosas y la Smart City
Internet nació conectando personas a través de máquinas. Ahora una parte importante de su Red conecta máquinas que hablan entre ellas para cumplir una tarea sin necesitar al hombre. El siguiente paso es el llamado Internet de las Cosas (IoT, su acrónimo en inglés). Se trata de que el actual Internet salte del universo en que se mueve al de los objetos, identificados y capaces de conectarse e intercambiar información.
Uno de los investigadores que con más persistencia trabaja este horizonte es Neil Gershenfeld, del MIT. En 1999, publicó Cuando las cosas empiecen a pensar donde, junto al relato de
experiencias de laboratorio, había un lado estrictamente programático. En su tesis fijaba los derechos de quienes emplean las cosas (“hacer uso de la tecnología sin atender las necesidades de ésta”) y también los derechos de las cosas: tener identidad, acceder a otros objetos y detectar su entorno.
Un concepto asociado al Internet de las Cosas es el Internet 0. Frente al Internet que crece y exige más ancho de banda, el Internet 2 para grandes maniobras telemáticas, Gershenfeld habla del Internet 0 porque una bombilla no necesita tanto ancho de banda.
En noviembre de 2005, la Unión Internacional de las Telecomunicaciones, una agencia de Naciones Unidas, presentó su informe sobre el Internet de las Cosas. En el se indicaba que el próximo paso era integrar cosas en una red de comunicación. Ésta es la visión de una verdadera red ubicua: en cualquier lugar, a cualquier hora, por cualquier persona y con cualquier cosa. Y las cuatro tecnologías que enumeraba para hacerlo posible eran las etiquetas de identificación por radiofrecuencia (RFID), los sensores inalámbricos, la inteligencia embebida y la nanotecnología.
En cuanto al grado de desarrollo de la Internet de las Cosas, podemos decir que todavía está en sus primeras fases, pero existen ejemplos aplicados más que destacables.
Internet de las Cosas revolucionará la interacción entre las personas y el entorno, que no será como lo es hoy
Existen tres niveles de experiencias para el usuario de la Internet de las Cosas: un nivel tangible que implica la introducción en el cuerpo de un dispositivo que permite la transmisión de datos; un nivel de conexión y de compartición de información, y un tercer nivel de visualización y reflexión que posibilita la adquisición de un conocimiento más amplio del entorno y de los objetos que utilizamos. Esos tres niveles tienen temporalidades diferentes: inmediata, a corto plazo y a largo plazo.
Un buen ejemplo de aplicación de la Internet de las Cosas es la Smart City (Ciudad Inteligente), un concepto que se refiere al potencial número de servicios que, a través de la conectividad, hagan de las ciudades un mejor lugar para vivir.
Las Smart Cities son la representación más ambiciosa de la Internet de las Cosas. El objetivo es aglutinar todo un ejército de sistemas inteligentes que suministren (y gestionen) información para y a través de los ciudadanos. Aunque pueda parecer un concepto futurista, a día de hoy ya se han empezado a dar algunos pasos.
Uno de los proyectos pioneros lo tenemos en España, a orillas del Cantábrico: Smart Santander
Resumiendo, el modelo de Smart City agrupa una serie de características propias, moldeadas a través de la combinación de todos los factores que influyen en el progreso de la ciudad: económico, político, social, medioambiental, de movilidad y de calidad de vida. Partiendo de ellos se camina hacia un modelo organizativo y tecnológico propio de una ciudad moderna. Sin embargo, este modelo urbano requiere un novedoso complejo de infraestructuras que faciliten la actividad diaria de sus habitantes.
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