Hoy a las 16:32
Hoy no tengo tiempo para escribir sobre Madoff, pero como se trata de una piramide tradicional al estilo Ponzi 1920, os copio lo que escribi a raiz del caso Gescartera... porque lo que pienso es exactamente lo mismo.Lo sorprendente del caso Madoff no es que haya una piramide financiera, sino que gente supuestamente experta como el BSCH haya picado. Que miedo pensar que quien administra nuestro dinero es de una incompetencia tan flagrante!!!Saludos===Gescartera: ¿Suiza, Panamá o Bahamas? “Habló Jehová a Moisés, diciendo: cuando una persona negare a su prójimo lo dejado en su mano o bien robare a su prójimo, entonces, habiendo pecado y ofendido, restituirá aquello que robó o el depósito que se le encomendó y añadirá a ello la quinta parte en el día de su expiación. Y para expiación de su culpa traerá a Jehová un carnero sin defecto y lo dará al sacerdote.” Levítico 6,1-7. Eso era antes. Ahora que la ira de Jehová no intimida a los chorizos y que la cotización de un “carnero sin defecto” es pequeña comparada con los 20.000 millones que se pueden acumular con el viejo timo de la pirámide, quizás es necesaria la actuación de la Comisión Nacional del Mercado de Valores. El timo de la pirámide se hizo famoso en 1920 cuando, Carlo Ponzi un estafador italiano afincado en Boston, dijo haber encontrado la manera de ganar dinero comprando en Europa unos cupones que se podían redimir con sellos en Estados Unidos. La diferencia de precios debido al tipo de cambio permitía, según él, ganar sustanciosas cantidades de dinero. Ponzi prometía a sus clientes una tentadora rentabilidad del 50% en 45 días. En realidad, nunca compró ni cupones ni sellos. Se limitaba a pagar a la primera ronda de inversores con el dinero de la segunda ronda de inversores. Es decir, una pirámide financiera. Pero al ver que, efectivamente, Ponzi daba un rendimiento del 50%, los clientes volvían a confiarle sus ahorros. El fiscal del distrito destapó el caso al ver que, a pesar de que el negoció subía como la espuma, la compraventa de sellos no había aumentado. ¡Craso error don Carlo! El fraude acabó arruinando a unos 10.000 clientes de la alta sociedad de Nueva Inglaterra. La historia se repite, 81 años después, en España con el caso Gescartera. El estafador se llama Antonio Rafael Camacho quien decía haber encontrado sistemas de inversión ultra-provechosos en Estados Unidos. Prometió a sus clientes una rentabilidad fabulosa y garantizada, una tentadora oferta para los codiciosos. Unos 2.300 clientes compraron esos “depósitos estructurados de renta fija”, un burdo producto financiero inexistente que, curiosamente, no llamó la atención de la CNMV. ¿Qué hacía Gescartera, en realidad, con el dinero? Pues, lo mismo que Ponzi: una parte era para pagar a los clientes que querían recuperar su dinero –evitando así las sospechas- y el resto iba al bolsillo del timador. Una pirámide en toda regla, que se derrumbó el pasado mes de junio, cuando la CNMV exigió que se documentara el paradero del dinero. Como no existían inversiones, ¡craso error don Antonio!, se falsificaron dos certificados de depósito de La Caixa y del Santander que fueron debidamente rechazados. Y Camacho se fue directamente a la cárcel sin pasar por la casilla de salida y sin cobrar las 20.000 pesetas...pero el dinero ya había desaparecido. Lo más extraño del caso es que pasaron los días y fueron pocos los afectados que denunciaron el timo, seguramente porque parte de su propio dinero era ilegal. Poco a poco, se fue descubriendo la cartera de clientes y resultó ser de lo más peculiar: huérfanos de la guardia civil, armada española, subsecretarios de estado, jugadores del Real Madrid, toreros, arzobispos, policías nacionales, la ONCE y el ministerio de defensa. Toda una pintoresca muestra de la sociedad española de la pandereta y el botijo en busca del dinero fácil. Para añadir al folklore, resulta que uno de los captadores de clientes era el cantante Jaime Morey, que quedó décimo en el festival de Eurovisión de 1972 con la canción “Amanece” -música de Augusto Algueró-, cuyo primer párrafo resulta premonitorio: “parece que el cielo se nubló para nosotros”. Me temo que si, don Jaime, parece que el cielo se nubló para ustedes. Además de evocar el colorido de la España tradicional, el caso Gescartera nos recuerda dos lecciones económicas importantes. La primera es que si una inversión obtiene una rentabilidad extraordinariamente elevada es porque tiene un riesgo extraordinariamente elevado. Y riesgo quiere decir que el cliente puede ganar mucho... pero también puede perder mucho dinero. Toda rentabilidad por encima de lo “normal” es una recompensa para quien asume un riesgo (en este sentido, los recientes descalabros de la bolsa han servido para que muchos de los que se creían infalibles inversores aprendieran esta lección que se ignora tan a menudo). Y cuando se prometen retribuciones excesivamente altas y seguras -es decir, sin riesgo-, es que hay gato encerrado. La segunda lección es que, para que la economía funcione bien, es necesario que la sociedad pueda confiar en su gobierno cuando éste se compromete a supervisar los mercados. Y si no se ve capaz de hacerlo bien, mejor que no lo haga. Pero si el gobierno quiere jugar a ser supervisor, deberá restablecer la confianza en la CNMV, y para ello habrá que investigar hasta el final y castigar a todos los que hayan infringido las leyes, sean del PSOE o del PP, trabajen en el ministerio o en la propia CNMV, lleven sotana, tricornio o palo de ciego. Por cierto, de lo que dice la Biblia de “restituir aquello que robó por entero a aquel a quien pertenece”, nada de nada. Hace muchos días que el dinero descansa, tranquilo, en un paraíso fiscal al cual viajará Camacho una vez haya cumplido una irrisoria condena. La canción “Amanece” de Jaime Morey vuelve a resultar sugestiva: “Yo sé de un lugar, a través del mar, donde el día brilla más cuando amanece”. Descartada Suiza por falta de mar, la pregunta es: ¿se refería a Panamá o a Bahamas? Se aceptan apuestas.==Link del articulo publicado en La Vanguardia en 2001http://www.columbia.edu/~xs23/catala/articles/2001/ponzi/ponzi_LV.htm
Monday, December 15, 2008
ELIMINEN TEMPORALMENTE EL IVA
Adjunto version revisada y (casi) final del articulo que comentamos la semana pasada sobre el IVA.Ved que enfatizo mas el tema de la temporalidad para satisfacer a todos aquellos que os quejasteis de que la propuesta comportaria el ahorro (y no el consumo) por parte de los consumidores que utilizarien el dinero de la rebaja fiscal para ahorra y no gastar.Lo enviare a La Vanguardia esta noche y saldra publicado el dia 17 .Saludos.
Una de las consecuencias más trágicas de la presente crisis financiera es que parece que se ha tirado por la borda todo lo que los economistas han (¡hemos!) estudiado y predicado durante décadas. Parece que ahora todo vale: cualquier político que quiere gastar más, sólo tiene que decir que la crisis actual se parece a la del 29, pronunciar la palabra mágica “Keynes” y ya tiene carta blanca para dilapidar el dinero del contribuyente.¡Si! Ya sé que los libros de macroeconomía dicen que, durante las recesiones económicas, el déficit fiscal debe aumentar. Y también sé que se asocia esa expansión fiscal a los postulados Keynesianos y que, en realidad, todos los macroeconomistas, incluso los clásicos, promulgan la contra-ciclicalidad del déficit público. Lo que los textos no dicen, sin embargo, es que una crisis abre la puerta al dispendio desorbitado por parte de la clase política. Y es que hay dos maneras de incrementar el déficit: una, aumentar el gasto público y dos, reducir impuestos y que quien aumente el gasto sean los ciudadanos.¿Cómo decidir cuál de las dos opciones es preferible para luchar contra la crisis? Algunos economistas dicen que la mejor política es la que tenga un mayor “multiplicador” y ejerza un impacto mayor sobre el PIB. Es decir, si aumentar el gasto en 10.000 millones genera un aumento del PIB de 20.000 millones y reducir los impuestos en 10.000 genera un aumento del PIB de 10.000, entonces dicen que el aumento del gasto es mejor que la rebaja de impuestos. Aunque este tipo de razonamiento es común, está equivocado porque, si lo que queremos es generar un aumento del PIB de 20.000, no hay nada que impida al gobierno reducir impuestos en 40.000 para conseguirlo.Para evaluar qué política fiscal es mejor, hay que analizar dos aspectos importantes. Por un lado, la eficiencia: incluso en épocas de crisis, la sociedad debe asegurarse que el estado no derrocha el dinero de los contribuyentes. En este sentido, cuando se le da al gobierno la posibilidad de gastar, en seguida surgen ministros, diputados, senadores y todo tipo de gastadores patológicos que van a encontrar las maneras más pintorescas e inútiles de despilfarrar nuestro dinero y van a tomar decisiones, no con criterios de eficiencia económica sino con criterios políticos y electoralistas (para no ser acusados, por ejemplo, de hacer poco o nada). Eso hace que acaben adquiriendo cosas que no interesan a la gente sino a ellos mismos. Por el contrario, cuando se rebajan los impuestos son los propios ciudadanos los que deciden a dónde va a parar el dinero porque ellos son los que lo van a gastar. Según el primer criterio, pues, el recorte impositivo es superior al aumento del gasto público.El segundo criterio a tener en cuenta es la inmediatez: ¿qué política tendrá un efecto más rápido sobre la economía? La inmediatez es importante porque las recesiones tienen una duración corta y una política fiscal anti-crisis que surja efecto cuando la crisis ya ha acabado, es una inutilidad. En este sentido, el aumento del gasto público dedicado a hacer infrastructuras (como los 33.000 millones de inversión en transportes y medio ambiente que quiere hacer el gobierno español) requiere concursos públicos, adjudicación de obras, escrituras de contratos, etc, un proceso largo que fácilmente puede retrasar el pago del primer euro en meses o incluso años. Y claro, para entonces puede ser demasiado tarde. Es posible que España necesite infraestructuras. No lo niego. Pero que no se venda eso como lucha contra la crisis. Una cosa parecida pasa con la reducción del IRPF: cuando los ciudadanos se den cuenta de que el gobierno les va a quitar menos dinero (y probablemente no se den cuenta hasta Junio, cuando hagan la declaración final), la crisis ya puede haber desaparecido.En cambio, una reducción del IVA no tiene el mismo problema: si mañana a las 10 mañana se eliminara el IVA, a las 10 y un minuto la gente vería que lo que antes les costaba 100 ahora les cuesta 90 por lo que los 10 restantes podrían ser utilizados para comprar otras cosas. Del mismo modo, las empresas que tiene que guardar toda una cantidad de dinero para pagar el IVA, de repente tendrían dinero para gastar. Una eliminación del IVA, pues, sería una transfusión directa e instantánea de dinero a las venas de la economía. La pregunta es: ¿cómo sabemos que los ciudadanos gastarían los euros resultantes de la rebaja impositiva en lugar de ahorrarlos? Pues la verdad es que no lo sabemos. Es por esto que mi propuesta de política fiscal sería la eliminación del IVA, pero no la eliminación permanente sino temporal. Es decir, el gobierno europeo debe anunciar la desaparición del IVA durante el 2009 (o la primera mitad del 2009) y su reaparición en el 2010. De ese modo, los precios pagados por los consumidores serán más bajos solamente si gastan ahora y en los próximos meses. Eso induciría a los ciudadanos a gastar ahora, que es cuando se necesita. Resumiendo, tanto el argumento de la eficiencia como el de la inmediatez sugieren que la mejor política fiscal para luchar contra la crisis es la reducción o eliminación temporal del IVA.El problema práctico que comporta eso es que la Unión Europea obliga a sus miembros a mantener un IVA mínimo del 15% por lo que la decisión se tiene que tomar desde Europa. Quizá ha llegado el momento de que todos los mandarines europeos demuestren que no sólo son un conjunto de elefantes de cementerio político y tomen por fin una decisión útil y valiente: que eliminen temporalmente el IVA.por Xavier Sala Martin
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